miércoles, 28 de mayo de 2014

Una imagen vale más que mil abdominales


Por Juan Ignacio Cantero      @juanyck

El fútbol es ante todo un deporte, un pasatiempo. Al margen de las pasiones que mueve y de los sentimientos que despierta, es solo una actividad física más, con dos equipos que compiten. Uno gana y otro pierde, pero hay que saber tanto cuando se ha ganado como cuando se ha perdido.

El Real Madrid ganó la final de Champions al Atlético, eso es algo que sabemos todos, o bueno, ¿todos? Había un jugador portugués con el dorsal 7 a la espalda que pareció no enterarse. Cristiano Ronaldo, ese al que muchos llaman "el bicho" demostró que las causas de su apodo son extrafutbolísticas. Es uno de los mejores jugadores del mundo, uno de los mejores futbolistas, pero no uno de los mejores deportistas.

Cristiano se quita la camiseta en la final. Fotografía: www.rpp.com.pe
El espíritu olímpico, el de los deportistas, está regido por una serie de valores y unos principios éticos a los que debe estar sujeto el deportista. Por eso Ronaldo demuestra ser futbolista pero no deportista. Este espíritu ha llegado desde la Grecia clásica hasta nuestros días, pero el portugués parece un ser prehistórico. Los deportistas hubieran de ser modelos de personas, no solo por la actividad física que desempeñen o por el éxito que tengan, sino por sus virtudes morales. Y estas virtudes conllevan tener cierto miramiento hacia el equipo rival, que también compite y lucha por ser mejor.

El que practica deporte mira por el conjunto, ya sea su país, su equipo o sus seguidores, pero nunca para sí mismo. Para Cristiano Ronaldo solo existe una persona, Cristiano Ronaldo. De lo contrario no se habría quitado la camiseta al marcar el 4-1 al Atlético (recordemos de penalti) dejando ver sus músculos. El señorío que históricamente ha tenido el Real Madrid, sudaba y se excretaba por los poros del portugués en el momento en que se despojó de su camiseta. Eso es lo que hizo. Tirar al suelo el escudo del Real Madrid para dejar ver su torso. Todo un sentimiento.

La final de Champions dejó claro lo que es. En la misma prórroga en que el portugués se quitaba la camiseta, pudimos ver a un Juanfran Torres intentando recuperar balones para su equipo con una cojera que le impedía casi caminar. Solo pensando en su equipo, en su afición, en lo que estaba haciendo.

El Real Madrid ganó el partido y con ello su décima Champions, pero Cristiano vendió a precio de mercadillo los valores del club por su propio egoísmo. Quizá por eso el 7 del Madrid es vilipendiado en la mayoría de los campos, quizá por eso crece el antimadridismo. Quizá una imagen valga más que mil abdominales.

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